El precio de lo gratuito

Vivimos en una sociedad que a cada segundo genera una cantidad de datos inimaginables para nuestra mente. Cada vez que realizamos una llamada, usamos una aplicación o realizamos una búsqueda en Internet estamos dejando una huella por la red. Al utilizar cualquier servicio en Internet gratuito o pago debemos aceptar términos y condiciones, que generalmente son aceptados rápidamente sin siquiera leer lo primero en la lista.
La mayoría de las aplicaciones que utilizamos “gratuitamente” en nuestros dispositivos móviles recaban gran cantidad de información acerca de nuestra conducta digital. Esta información es rápidamente procesada por grandes bases de datos que luego decantan en publicidad personalizada para cada usuario de acuerdo a sus diferentes preferencias manifestadas. En este sentido, nosotros los usuarios nos transformamos en el “producto”. Volveremos sobre esto más adelante.
Nuestra actividad cotidiana es posible a través de nuestra conexión a la red, conscientes o no estamos conectados a la red de Internet, donde existe una especie de omnipresencia que aún sigue desarrollándose a pasos agigantados. En este contexto estamos generando datos a cada segundo, de eso podemos estar completamente seguros. Esos datos expresan cuestiones individuales y culturales. Nos hemos transformado en una sociedad donde debe estar prácticamente todo “datificado” para poder predecir variables que modifican nuestra relación con el entorno. Por ejemplo, para saber acerca del clima ya no hace falta mirar la televisión, podemos acceder a los datos en tiempo real desde nuestros propios dispositivos móviles.
Una de las preocupaciones que trae consigo la gran cantidad de datos es la privacidad de las personas, que muchas veces es vulnerada y que genera incomodidad. Son diversas las formas que se utilizan para recabar datos que generalmente no nos cuestionamos. Hace poco tuve que descargar una aplicación de calculadora en el celular - nunca me había fijado los permisos que debía otorgar para poder instalarla- pero esa vez los revisé y pensé que había muchas cuestiones que iba a aceptar, que se iban a entrometer directamente en mi privacidad. Sin más preámbulo, la aplicación requería los siguientes permisos: “Acceso total a la conexión de internet”, “tomar fotos y videos”, “acceso a la agenda”, “acceso a la id del teléfono”. ¿Para qué una aplicación de calculadora necesita acceder a mi lista de contactos? Al aceptar les estaba dando acceso total a mi teléfono, cuestiones que casi siempre pasaban desapercibidas…
Con lo expuesto quiero hacer énfasis en que cada vez que utilizamos algo que se nos ofrece como gratuito, hay un trasfondo donde nuestra privacidad podría ser vulnerada si es que la información que han recabado sobre nosotros cae en manos equivocadas. También debemos pensar y cuestionarnos qué hacen las empresas con nuestros datos más allá de “mejorar sus servicios”. No olvidemos que el “oro” moderno no es ningún recurso natural sino los datos.